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jueves, 24 de abril de 2008
Murió «la señora Paca» a los 102
Francisca Ruiz García, viuda de Lorenzo Bañuelos, -la persona de más edad del municipio de Fabero-, falleció ayer a los 102 años de edad. La señora Paca, como cariñosamente se la conocía, oriunda de la provincia de Palencia, había recalado en Fabero en los años cuarenta siguiendo los pasos de su marido, responsable de UGT y presidente de la Casa del Pueblo de Barruelo en 1936. El entierro y funeral será hoy a las 17 horas, en la iglesia nueva. En la imagen su busto.
Diario de León
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1 comentario:
El 22 de abril de 2008, a las nueve menos cuarto de la noche, sonó el teléfono. Estaba escuchando "Villanelle for our time" de Leonard Cohen. Al ver el número que aparecía en la pantalla del móvil presentí la mala noticia. Antes de descolgar, la aflicción ya se había apoderado de mí. Sí, había muerto en su cama, acompañada de los que más la querían y necesitaban.
La memoria se me desdobló en dolor y agradecimiento. Después del tiro, iban apareciendo desordenadamente infinidad de imágenes, la felicidad del encuentro-la tristeza de la despedida. Se sucedían uno tras otro los olores y los atardeceres, las risas y las lágrimas, las comidas familiares y sus coloquios. A ella la vi de espaldas, cuesta abajo, camino de la panadería. En el horizonte, el perfil oxidado de las montañas. Y vi el vaivén de su falda y sus zapatillas negras. Vi que llevaba algo bajo el brazo derecho y vi cómo con el OTRO se recogía el pelo detrás de la oreja y se retocaba el moño. A media cuesta se paró, miró al CIELO golpeándose levemente la cadera y dio media vuelta. Con paso decidido subió deprisa rebuscando en el bolsillo del delantal, mascullando algo que no logré entender. Abrió la cancela verde y, después de subir el escalón, desapareció por el recto pasillo que 'llevaba' a la cocina, entre una bruma tapizada de variados contraluces, con el sol del oeste penetrando anaranjado por la ventana, a través de las hojas del manzano. A pie de acacia, las espadas de madera descansaban en nuestros puños. Yo, con un jersey de rayas horizontales; él, con un niqui azul celeste. Nuestra imagen congelada se deshacía lentamente al irrumpir en el aire la armónica de Bob Dylan, empezando de nuevo a cruzar nuestras armas al compás de nuestros bravos gemidos. La tarde olía a canutillo de crema, a castaño y empanada, pero ella no volvió a salir con la bandeja camino del horno.
Instante de la nostalgia del tiempo que pasa y no vuelve.
Te quiero, abuelita.
Loren, 27-04-08
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