Gran Hermano en Fabero

El dueño del piso confesó a la Guardia Civil que la cámara oculta en el baño de la vivienda ocupada por sus dos arrendatarias era suya, pero las posibles grabaciones no aparecen

A veces los «reality shows» se encarnan en realidad a secas y pierden toda la susceptible gracia de esos espectáculos mediáticos. Así se vive en Fabero, fundamentalmente, el suceso acaecido hace ya dos semanas cuando la Guardia Civil confirmaba la existencia de una cámara oculta en la vivienda de las dos jóvenes arrendatarias de la misma y todas las sospechas se centraban de repente en un vecino de la localidad y propietario del piso en cuestión.

Todo comenzó a primera hora de la madrugada del sábado 9 de noviembre cuando los agentes de la Benemérita irrumpieron en un edificio de dos plantas, relativamente nuevo en la zona alta del pueblo, muy cerca del poblado minero de Diego Pérez. Y de inmediato constataron lo que el novio de una de las arrendatarias sospechaba, que en el baño de la vivienda se ocultaba una cámara espía con la que supuestamente se habrían podido grabar todos los movimientos íntimos de las chicas en el aseo.

Intervención nocturna

La intervención nocturna, con importante despliegue de medios, no cogió por sorpresa al arrendatario, que rápidamente se personó en el piso de abajo para conocer de primera mano qué estaba ocurriendo. Esa misma madrugada L, «el del taller», como en Fabero le conoce mucha gente, prestó declaración en relación a la aparición de la cámara, un dispositivo inhalámbrico que debía llevar ya más de un año instalado entre las rejillas de un respiradero del servicio.

Y según ha podido constatar este periódico en fuentes conocedoras del caso, el arrendador «cantó»... Al menos desde el punto de vista de que admitió que el artilugio en cuestión era de su propiedad. Pero dicha confesión, sin embargo, no parece que vaya a resultar definitiva a la hora de que el juzgado número 6 de Ponferrada que instruye el caso pueda acabar dictando una sentencia condenatoria en base, por ejemplo, al artículo 197.1 del Código Penal, en el que se recogen penas de uno a cuatro años de prisión y multas por la vulneración de la intimidad de las personas, sin su conocimiento y utilizando artificios técnicos de reproducción de sonido o de imagen, entre otros.

Las presuntas grabaciones de la cámara en cuestión no aparecen por ningún lado pese las intensas pesquisas de los agentes de la Benemérita encargados del caso, y esta «ausencia» podría resultar capital para que el caso ya no sea «tanto caso».

Eso no significa que en Fabero, e incluso en Ponferrada, donde el arrendador también es persona conocida, los rumores, como si del foro de Gran Hermano se tratase, no se hayan desbocado. Hay quien afirma convencido, de muy buena tinta como casi siempre, que además de la cámara del aseo, existían otras dos, una en cada una de las habitaciones de la chicas. Y también que una de las inquilinas es hija de un alto mando del instituto armado.

Pero de otro lado, en un tono mucho más exculpatorio, hay quienes defienden, con el mismo nivel de dudosa oficialidad, que el propietario del piso había colocado hace mucho tiempo la cámara por razones de índole privada y familiar y que ésta se encontraba totalmente desactivada. Una versión que incluso habría corroborado su esposa en las primeras declaraciones. El final de la truculenta historia estará en el desenlace judicial del asunto, que junto a las investigaciones en marcha, corre paralelo en la sala del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 del Palacio de Justicia de Ponferrada, que como no ha podido ser de otra forma ha decretado el secreto sumarial.
Diario de león